Leire Urbeltz
noviembre 19, 2020
© Leire Urbeltz, 2020
Soñé que me fui muy lejos y no regresé. (Cinthya, 11 años/ San Sebastián Teitipac, Tlacolula, Oaxaca, México)
Entrevista tecnicolor con Leire Urbeltz
Pregunta: Roger Omar. 2/Nov/2020.
-¡Hola Leire! Has viajado y vivido en otros países pero has regresado y reconectado con tus raíces. Desde tu último viaje, ¿cómo ha sido el proceso de readaptación a la propia tierra? ¿Por qué has elegido ilustrar el sueño de Cinthya?
¡Hola Roger! No lo puedo negar, para mí volver es siempre lo más difícil. En primer lugar porque me despido de las personas con las que durante el viaje he tenido un relación intensa sin la certeza de volver a verlas. En segundo lugar porque cuando he viajado sola la conexión conmigo misma ha sido muy profunda y esto sumado a la humilde observación de otra cultura, ha sido el detonante de grandes transformaciones internas. Al volver, me ha parecido como si el tiempo se hubiera congelado; he seguido siendo la Leire de siempre con sus inseguridades, la que vive en una pequeña ciudad con una cultura muy arraigada donde ser mujer y viajar sola no sé hasta que punto está del todo integrado. Creo que la gente que forma parte de tu rutina diaria en el origen, no se imagina que está en tu corazón cada día del viaje. Siento que para algunas personas la mujer que viaja sola es despreocupada, demasiado desapegada, individualista y tiene ideas raras que no interesan. ¡La verdad es que me han dicho de todo! Jaja. Hay relaciones que desaparecen y poco a poco te vas quedando con 3 amigues y da gracias. Así que el proceso de readaptación a la propia tierra es largo y no exento de retos. Sobre todo porque al mirar hacia tu casa desde tan lejos y durante tanto tiempo coges una mayor perspectiva… Entiendes a tu comunidad también como una heredera de los conflictos de la guerra, con heridas que todavía están sin sanar. La sacas del ombligo de tu mundo y sitúas a tu ciudad a la deriva en un universo que, después de largos viajes, tampoco te parece tan grande, e intentas armonizar tu experiencia con la de las personas que te rodean. En realidad reconozco que me da un poco de envidia la gente que no ha sido infectada por el virus de la curiosidad por conocer este mundo, supongo que a elles cuando les afectan sus emociones negativas no les entra la desorientadora idea de irse lejos y no regresar, como en el sueño de Cinthya.
-Tu dibujo podría ser también la ilustración de un viaje astral. ¿Se parece en algo a tus sueños?
Curiosamente creo que en mis sueños estoy mucho más en el cuerpo. Mis sensaciones tienen más que ver con lo físico: nadar sobre inmensos volúmenes de agua, volar a gran velocidad, sostener en equilibrio una línea recta e infinita trazada con un lápiz, beber de aguas negras… Es al despertar cuando mi mente busca penetrar mundos irreales, formas alteradas de la realidad y colores brillantes. Si alguna vez he tenido alguna experiencia que se pueda asemejar en cierto modo a un viaje astral, ha sido despierta.
-¿Cómo son tus sueños? ¿Aparecen escenas o personajes que, por reiterativos, son ya familiares para ti? ¿Te revelan los sueños aspectos nuevos sobre ti? ¿Eres parecida a la Leire del sueño o te percibes de otra manera?
Algunas veces, personas que he conocido en diferentes partes del mundo se juntan en un mismo lugar, que a su vez es una amalgama de diferentes espacios que he visitado. Otras veces, la mayoría, a pesar de parecer muy reales, los personajes de mis sueños son totalmente desconocidos para mí. Es como si mis sueños fuesen una fuente infinita que crea rostros que nunca he conocido. Al menos no en esta vida. En ocasiones mis sueños me revelan aspectos de mí que me desagradan. Es como si iluminasen sombras con las que he de trabajar al despertar. No me gustaría sentirme identificada con esa Leire, aunque sé que esas caras de mi personalidad también son reales. Otras veces en mis sueños se manifiesta una gran capacidad resolutiva, es como si me dieran las claves para solucionar mis quehaceres. Me despierto con las ideas claras, con la sensación de ¡Eso es! Aunque quizás ni siquiera recuerde el sueño. Es más bien una sensación.
-¿Influyen tus sueños tu realidad y tu trabajo como artista? ¿De qué manera?
Además de los aspectos sombríos que en sueños se iluminan como tareas a realizar, creo que de alguna manera inconsciente hay cierta influencia. Recuerdo por ejemplo un día que tenía que madrugar para ir a trabajar al Centro Huarte de Arte Contemporáneo. Al despertar recordaba haber estado soñando con una gran esfera de luz turquesa que se asomaba entre los edificios detrás del centro de trabajo. Al acercarme se iba revelando la forma de una gigantesca cabeza de la estatua de la libertad. Era sólo la cabeza y medía tanto como los edificios del pueblo de cinco o seis pisos de altura. Hasta entonces nunca había pensado en visitar América, y a los cuatro meses estaba aterrizando en Nueva York para pasar un año a deriva entre EEUU y México.

-En el conjunto de tus imágenes percibo una mezcla entre naturaleza y psicodelia. Es decir, en ésta aparece una gallina, un animal rural y simple en apariencia pero depositaria del huevo, con toda su carga cósmica. ¿Hay algo de sentido en esta apreciación? ¿Cómo describirías tus propias ilustraciones?
¡Me encanta que hagas esa apreciación sobre la gallina! Jaja. A decir verdad ha sido un elemento totalmente azaroso, así que en ese sentido debe estar totalmente conectado con lo cósmico. En mi primer gran viaje, a Pekín en 2011, me mostraron el libro que contenía la sabiduría milenaria del I Ching, el cual a través del azar iba a predecir la dirección natural o de menor resistencia al cambio que tomarían las cosas. Creo que este es el libro que mayor influencia ha tenido sobre mis dibujos, de hecho hubo un tiempo en el que lo consultaba para alterar el rumbo de mis composiciones. También conocer la obra de Henry Darger, cargada de los conflictos y traumas de la madurez desde la visión más naif y preciosista, fue un contraste que me causó gran impresión. Mis raíces en la cosmogonía vasca cargada de mitos, símbolos y ritos que beben de las aguas del animismo, y cierta fascinación revivalista de la vida en tecnicolor y las corrientes psicodélicas de los años 60 pueden definir mis intereses a la hora de dibujar. ¡Qué pregunta tan difícil!
-¿En qué te pareces a tus dibujos?
Quizás mis dibujos se parecen más a mi anhelos que a lo que soy. Huidas hacia lo salvaje y desconocido, arcoíris interminables, melancolía de épocas en las que ni siquiera había nacido… Jaja. Creo que son más bien el reflejo de mis deseos.
-¿Recuerdas algún sueño que tuviste de niña?
No recuerdo cuándo empezó… pero tuve un sueño recurrente que se repitió durante muchos años. El sueño transcurría dentro de mi boca donde primero unas pequeñitas semillas iban brotando desde mis papilas gustativas. Recuerdo una sensación de aspereza al arrancarlas con mis dedos. Cuanto más rápido las intentaba eliminar de mi boca, ¡más rápido y más grandes emergían! Hubo un tiempo en el que más que semillas parecían ya frutos. Albaricoques o membrillos pequeñitos quizás.
-¿Se parece la Leire niña a la actual?
Demasiado.
En la ikastola era fácil, el arcoíris era rojo, naranja, amarillo, verde, azul claro, azul oscuro y violeta. Al llegar a casa, ese arcoíris se enredaba en la carta de colores de la lana que los hiladores traían a mis padres.
Parecía interminable: Rojo, rojo Amaranto, rojo Bermellón, rojo Burdeos, rojo Carmín, rojo Escarlata, rojo Teja… Naranja. Naranja zanahoria, naranja salmón, naranja coral, naranja albaricoque, beige… Amarillo. Amarillo cadmio, amarillo limón, amarillo oro, amarillo ámbar, amarillo indio… Verde. Verde esmeralda, verde Jade, verde pistacho, verde oliva, verde militar… Azul. Azul cobalto, azul turquesa, azul cyan, azul celeste, azul marino, azul añil, azul Klein, azul de Prusia… Violeta. Violeta lavanda, violeta malva, violeta púrpura, violeta amatista…
Mi padre y mi madre siempre estaban ocupadísimos con la lana, mientras mi hermana y yo veíamos desde poco más de un metro de estatura cómo cientos de colores daban salto tras salto desde lo mecánico a lo manual por encima de nuestras cabezas. Se parafinaba la lana, se diseñaba la chaqueta, se tomaban las medidas a las señoras, se tricotaba, se vaporizaba, se cortaba, se sobrehilaba con la Overlock, se cosía con la remalladora, se remataban los detalles, se hacían ojales, se abotonaba, se planchaba… la lana de colores era la prioridad y se extendía ante nosotras como en un mundo de fantasía donde siempre había que mantenerse ocupada.
De alguna manera la Leire niña aprendió bien la tarea, se refugiaba en los colores para mantenerse a salvo de las dificultades del día a día. Igual que lo hace ahora.

-Cuéntame un sueño reciente.
Estaba en Sofia, Bulgaria. En realidad parecía Austin, aunque las casas tenían un piso más de altura que en Texas. La ciudad estaba llena de gente porque se celebraba una Bienal de arte que ocupaba muchísimos espacios expositivos. Yo visitaba galerías hasta que me cansaba de saludar a gente. Entonces en un parque circular que se elevaba en una pequeña montaña descubrí que si subías a cuatro patas, los ornamentos del suelo se convertían en pequeños seres muy tímidos que se sonrojaban al escuchar tus pensamientos. Si los tocabas, se movían a pesar de estar hechos de piedra y cerámica.